Puedo seguir documentando este tesonero empeño hasta 1959, al menos, fecha en la cual publicaron el primer "libro de texto gratuito", que se volvería ley rehecho cada tanto para muy diversas materias.
-¿Por qué hablas de los popolucas? -preguntó desesperado un amigo al leer trescientas cuartillas que gracias a él se publicarían. Y pudo seguirse con ocho etnias "veracruzanas" en que me detenía siguiendo a viajeros contemporáneos a la intervención estadounidense, cuyo cumplido objetivo fue llevarse dos millones de kilómetros cuadrados, herencia novohispana al país en ciernes.
Ilustraba con ellos la desesperación de los liberales mexicanos al comentar el hecho apenas terminó: no había un entramado social, político, económico, cultural, que sustentara a una nación.
Ni mencionaba allí al estado de Guerrero, que escojo ahora como punto de mira un poco por accidente, pues en los últimos años me encargaron tres sencillos libros y otro no tanto sobre historias sucedidas en esos lugares.
Influyeron también los viajes con que comencé a conocer la intimidad de tal y cual región guerrense. Desde ese momento no hubo para mí nada comparable. Podía encontrar hambre y miseria extrema y jamás derrota. No por nada su gente tiene fama de ser la más bronca en el país.
2
![]() |
Prometo cambiar el mapa |
Dirige las acciones un hombre a quien respeto, que ustedes conocen por los libros escolares: Vicente Guerrero. Del respeto al culto hay un abismo. Sobre todo cuando se escarba un poco en sus iguales. Un amigo dibuja a las tropas de éstos desde 1810: "africanos, naturales y mestizos que a una orden del patriótico amo transitan de la condición de mano de obra a la de carne de cañón. Los negros y pintos de Galeana acompañan a Tata Gildo a la batalla como antes lo seguían a la pizca y a la zafra. Los ejércitos insurgentes reclutados en esta región no son, pues, voluntarios sino forzados; acasillados que pelean en guerra ajena como de ordinario trabajan por cuenta del patrón en tierras que no les pertenecen."(2)
¿A su favor hablan las continuas revueltas comunitarias que estallarán en unos años, en especial hacia La Montaña, al extremo oriente, hogar nativo de los me’e phaa? ¿Cuánto participan éstos en las acciones que nos traen a 1818? ¿Y cuánto los naa savi, pobladores también de esa área y de otras dentro y fuera en el mapa, con sus muchas variedades dialectales, y los nahuas repartidos aquí y allá, y los amuzgos, dominantes en el sureste? ¿Hasta qué grado se han amestizado como conjunto, con la negritud, por ejemplo, concentrada en la Costa Chica, donde el litoral tuerce, observan?
Otros amigos lo contradicen: quienes van con Morelos y Guerrero lo hacen por convicción, siguiendo al líder que encarna sus demandas. Si pudiéramos preguntarles a los actores. Hay manera, hablando con sus herederos de hoy, que conocen el pasado a través de la memoria oral, aseguran mujeres muy entendidas.
Todos tienen razón y se equivocan, digo humildemente, sin pretensiones de verdad.
El cielo se cayó a pedazos, dicen quienes lo atestiguaron, ya vimos. Hoy lo parten de nuevo.
Tras una multiplicación simplista y sin posibilidad de comprobarlo, veinticinco o treinta millones de mujeres y hombres se perdieron en el siglo del cual vienen aquellas palabras, y así parecen poco los quinientos mil asesinatos y desapariciones desde que ustedes nacieron, S y E.
Entre unos y otros la Suave patria es un proceso tardío y si conozco sus orígenes cerca de donde los diecisiete campesinos cayeron, debemos hacer un más o menos corto, arduo camino hacia el norte, a la cola de un pequeño ejército informal que lleva diez años batiéndose contra los malditos y no sabemo con certeza cuánto merece nuestro respeto.
Quizá no hay casualidades, pues la reunión es en el casco de la ciudad cuyas calles contempla enfebrecido el personaje que en Desde la azotea mis delirios confunden con un segundo de casi cuatro décadas atrás, demonio personal.
La población llevará luego un apellido tan ventajoso como el de la anterior: De los libres. Usemos un mapa para orientarnos.
-0- Detengámonos, Ohsis. Sé de dónde vengo, creo saber a donde voy y no si llegaré. En el camino quedan incontables protagonistas, y lugares, épocas, hechos. ¿Ustedes y la Corte alcanzan a imaginarlos o intuirlos? Para este y otros cuadernos me sobra información a montones y no dispongo de tiempo. ¿Perdonarán que dé un brusco, breve giro, hacia cien años después y en otras partes de la Red? “…caos fascinante”, “hechizado”, “eternamente joven” y “para siempre arcaico”, que “espanta y tranquiliza”, escribe entonces un extranjero que se asila en el país. Y otro: "“Puede encontrarse un Ford y un poste telegráfico frente a mujeres que maceran a mano limones y piñas (...) o una palmera bajo la cual toca un fonógrafo, o un camión que se precipita a paso vertiginoso rozando la espuma del mar…” En el fondo esa constante que llena mis ojos de niño: lo inaprensible por rico, distante, oculto. Todavía cuando ustedes crecen, hay entre ciento cincuenta y doscientas lenguas indígenas en nuestras tierras, y regiones que no se reconocen entre sí, aunque presuman otra cosa. ¿Qué será antes? Tuvimos una Revolución y los exiliados aquéllos llegan merced a ella y al sexenio posterior en el cual nos detendremos más tarde. Al finalizar la primera, pulula una nueva prensa con pretensiones de conocer cuanto sucede, como advierten sus elocuentes leyendas: El Gran Diario de México, El Periódico de la Vida Nacional... Tira un número de ejemplares inusitado, que se consumen en los centros urbanos y sus allendes rurales, vinculados estrechamente a ellos. El gigantesco resto es sombra que diarios y revistas suelen negar pues los reta, a muerte, de descuidarse. Un hombre a quien injustamente se rendirá pleitesía organiza las fiestas por el centenario de la Independencia cuya consumación procuran nuestros conocidos de 1818, y convoca a un concurso poético. El estribillo de la obra que se premia canta a la “Suave patria”, que luego otro vate desnudará: “México, creo en ti,/ Porque si no creyera(…)/ México, creo en ti,/ Como en el vértice de un juramento (…)/ Porque creyendo te me vuelves ansia…” México, México, México, nación, patria, tras la cual ocultar los países detrás suyo, amenazantes sombras. -0- Del pasado antiguo se sabe sólo lo suficiente, E y A, para concluir que está fuera de nuestros alcance. Su memoria debió quedar en los herederos y no parece ser así por la mayor virtud de éstos: reinventarse tras el apocalipsis. Sobre las tierras que andamos hay muchos resúmenes así: "Poblado por migraciones tempranas de chontaIes, tlapanecos, mixtecos, amuzgos, mazatecos y otros grupos chichimecas, y dominado desde el siglo XI por nahuas provenientes del noroeste y por tarascos que se extienden desde el occidente, el actual territorio de Guerrero se transforma en el siglo XV en zona de influencia del imperio mexica, que para fines tributarios lo divide en siete provincias; sólo escapa a su dominio la fundación tarasca de Coyuca". 3 En 2012 y por presión de las organizaciones de derechos humanos se establece aquí una Comisión de la Verdad sobre la primera etapa de la Guerra sucia en el estado, entre 1969 y 1979.
Primera o incluso segunda etapa, sugieren el organismo, pues la historia inició con lamatanza del 30 de diciembre de 1960, en la que murieron alrededor de diecisiete personas.
Estado, digo, pues en eso, en una entidad federativa, se convirtieron estas tierras gracias al tal Juan Álvarez y sus iguales.
En
aquél 1960 la entidad era la más pobre del país, dice la Comisión siguiendo los
criterios del México que desde veinte años antes experimenta una
industrialización a marchas forzadas y se reconoce milagroso por el grado y la
constancia del desarrollo económico, cuyas cifras superan incluso uno de los
crecimientos poblacionales más extraordinarios en los anales de la humanidad, pues
entre 1940-1980 multiplicará por cuatro el número de habitantes, invirtiendo la
relación campo-ciudad: de 75-25 a 80-20.
“El 74.25% de la población era rural y el 25.75%
urbana, en contraste con el promedio nacional donde el 50.7% de la población
vivía en ciudades” distribuida en 4347 poblaciones y 16 ciudades. El “93% de
las viviendas […] no tenían agua corriente y solamente el 23.5% contaban con
luz eléctrica”(1).
Doy un brinco a otro plano, Ohsis, sin saber cuánto nos ayudara. Por el gusto de pasear, digamos:
En la
posrevolución la ciudad de México crea una o varias nuevas noches. No son sólo
sus vidas las que van allí, sino la imaginación sobre ellas y sus sentidos.
Durante el
porfiriato el teatro de revista es un animado, picaresco entredicho nocturno
que se airea. Pero cuanto de lo demás puebla ese mundo que nace al caer el sol,
transcurre en el silencio o el vilipendio público. La prostitución callejera,
la cantina y la pulcata proliferan por los barriales, muy lejos física o
prácticamente de lo que la sociedad presume. No importa si están a espaldas de
calles de buena educación, un sólido muro invisible se alza entre ellas.
A partir de 1920,
en cambio, los tugurios, los burdeles en regla y las hileras de cuartuchos que
sirven a las “perdidas” son esencia misma del Centro y se asientan sin remilgos
aquí y allá, acompañando al festejo de la autóctona modernidad siglo XX, de
cines, carpas, cabaretes, salones de baile, estaciones de radio, convertidos en
escuelas y laboratorios de comportamiento entre los cuales la población no para
de reinventarse, haciendo de las calles pasarelas.
La música
popular, las tandas, las piezas del renovado teatro ligero, la prensa que
alcanza su madurez como primer medio masivo y es no menos multifacético que la
futura televisión; la literatura, la plástica, el cine nacional, la historieta
y luego la fotonovela románticas y de aventuras, en camino a convertirse en las
lecturas más extendidas del país, habitan la nueva noche con seres y sendas
materiales y fantásticos.
No hay nada
idílico en ello, con sus sífilis de muchas clases y sus profundas
desigualdades, ni en la retórica que lo acompaña ocultando al país tras
estereotipos y atmósferas “legendarias”. Y si creemos a Carlos Monsivaís, hasta
debe sospecharse cierta mano perversa del poder que lo consiente y quizá lo
prohija, en una capital cuyo gigantismo le será cada vez más apreciado como
gran instrumento para el control de una nación que no hace nación.
Con todo puede
encontrarse allí un cierto, genuino libre circular del deseo y del ingenio, que
luego será cortado de cuajo.
Es 1938, digamos,
un año antes de que un reglamento intente liberar la vía pública de la epidemia
de besos. Del lujoso Regis al modesto Tacuba, por una treintena de salas,
estrellas extranjeras y cada vez más de casa languidecen de amor en la
pantalla, dejando el rastro deslumbrante de sus atrevidas existencias, que el
espectador cree conocer al dedillo por periódicos y revistas. En El Principal,
el Ideal y los otros templos del género de revista, y en las carpas donde tal
vez se opera mejor que en cualquier otro lado la transformación del “pueblo en
emblema cultural”, anda el mareo de telones y vestuarios y candilejas, olimpos
de las vedetes replicadas más a ras de piso por coristas con pechos
generosamente al aire, y una comicidad que explaya la sexualidad a flor de
piel.
Una cosa y otra
entre la exploración por el espectador de los recursos de un cigarro, por
ejemplo, de modo que la boca sea oferente o desdeñosa y rime con la mirada y el
vuelo de la mano. O de un saco, una falda, un sombrero, que nunca son a secas y
acompañan a mohines y sonrisas, a imaginaciones de caderas y hombros dueños de
sí a punta de danzón, fox trot, rumba y cuanto se ponga a
la mano.
En San Juan de
Letrán, en los 1980s convertido en origen del Eje Central, un hombre se echa a
la celebración de los entresijos de luz y sombra de la calzada. Su cabeza se
agita con el alcohol apurado no sabe si en el barullo de mesas y parroquianos a
su lado o en el de diez metros atrás, y con unas ganas a las que el cancionero
de la época vuelven apremio por una de las “flores de la maldad y la
inocencia”, frutos que chorrean miel y hiel, sendas hacia el cielo y el
infierno, con las cuales se adorna la calzada.
Todo alrededor,
de más allá de Salto del Agua a Peralvillo, abunda en quienes para el discurso
complaciente de los tiempos son románticas “aventureras”, “vírgenes de
medianoche”, “Santas”. Allí y por muchos rumbos de lo que alguna vez fue
afueras de la ciudad, sin recato y en cifras oficiales, a las “callejeras” de
cerca de doscientos lupanares se suman las que deambulan por tres mil o más cabaretes,
entre millón y medio de habitantes. Difícil decir cuántas son, si las
detectadas con enfermedades venéreas están próximas a las cuarenta mil.
Para entonces la
ciudad lleva dos décadas conquistando la noche. Y con la noche, la pasión. En
principio ambas parecerían reservadas a los hombres y a esas que se resuelven a
cumplir y sepultar sus sueños,
los de ellos, espantando la oscuridad del genero para consumirse un rato, las
más unos segundos, apenas, según les advierte la “mariposa equivocada” de una
canción: a la luz, por la luz… quemadas, precisamente, las alas.
Pero la noche y
la pasión son a la vez territorio de las meseras, las secretarias, las
dependientas, las enfermeras y el más o menos profuso mundo femenino del arte,
nutrido por quienes llegan de aquí y de allá tras el país de la magia y la promesa
de real futuro. Y a su manera, de las amas de casa y las hijas de familia, que
comparten su fantasía.
A mitad de la
sala, trasegando el trazado secreto de la casa, que nadie más que Ella conoce,
por la radio Lara, Gonzalo Curiel, Ernesto Cortazar y un largísimo etcétera
aprovechan la lúbrica provocación de los ritmos cubanos y la sustancia negra de
las orquestas estadounidenses, para de la cocina a la recámara, entre el
burbujeo de las cazuelas y el dale y dale de la escoba, pasear un “sueño de amor”
que casi por regla “se esfuma” o “lleva al abismo”, y que en todos los casos
“es el pan de la vida”.
No interesa si es
a pleno luz del día que en el “abanicar de pavos reales” de su “hastío”,
canción tras canción la “locura de vivir y amar” alcanza a la señora. La fuente
de la “viajera”, la “perjura” o la “siempreviva” en quien quieren descubrirla
el bolero y sus parientes de la época, está en la noche, en la imaginación que
nace a su amparo o por su pretexto. A nada, fuera de la propia mujer, cantan
tanto, con tanta elocuencia y una misma obsesión: “noche…/te llama el amor”.
Para tal y cual
la noche invita a que Ella hunda sus “dedos entre mi pelo”, entregue su “boca
fresca” y tenga “piedades de ensueño”, o, unos ratos “golondrina viajera”,
otros “maldita”, deje un hueco imborrable en el alma, y para Lara, el más sabio
y atrevido, es la de cada vez un amor de.“distinto amanecer, diferente visión”,
con cuyas aventuras debe tenerse cuidado porque “hacen daño”, “dan penas”.
Una serenata de
Juan S. Garrido parece resumir la imagen recreada por
la música popular: “Cuando la noche lo envuelve,/México sueña despierto,/porque
de sombras cubierto/vive su vida mejor./Al cintilar los luceros/y los faroles
primeros/como por milagrería,/regando alegría florece el amor”.
Es de ella, de la
música, en buena parte siquiera, que para este 1938 el cine nacional ha
descubierto uno de los temas más provechosos en el espectacular auge que ha
iniciado y que luego sabrá es su edad de oro. Con las de carne y hueso o de
pura lírica, Santa, La mujer del puerto, Mientras México duerme… han empezado a
traer “perdidas” de celuloide no menos sugerentes. Tal vez porque es con ellas
con quienes mejor puede acercarse a las intimidades de la pasión y de la noche.
Se trata de una
noche en esencia pero no del todo estereotipada, tras la cual parece poder
seguirse la huella de las muchas de verdad. Noches, pues, en cierta medida
ventiladas en público, que para principios de los 1950, con el nuevo discurso
ultra autoritario y moralizador de la familia
revolucionaria, pasarán a la absoluta clandestinidad, sordas, grises,
doblemente peliagudas.
-0-
Lo que acaban de leer fue validado por historiadores y no preciso cuánto me equivoqué en esto y lo otro. Tómenlo con reservas, entonces, sobre todo respecto a las fechas.
Me preocupa que tapiemos una etapa empobreciendo además los diez años de Revolución. En todo país -y uso la noción en términos antiguos, que designan regiones y no naciones- la historia es densa y compleja hasta dimensiones enloquecedoras. Lo que llaman México resulta de un proceso incomparable en el continente por su vastedad. Se debe al sedimento indígena, todavía vivo. No pretendo contárselos, pues ni lo entiendo ni es posible, creo. Ilustro sólo el sentido de su red de agujeros. -0- Presumí que ustedes recibirían lecciones de Suave patria, los últimos gobiernos las fueron desmantelando y en 2016 deciden terminar con ellas. ¿Qué hago ahora? Continuaré, no hay más, pidiéndoles lean Dichos y hechos. 5 Volvemos a 1818 para encontrar ahora una iglesia en nuestra ciudad. De San Felipe Neri, se llama, y Agustín y yo nos mareamos con su vista. Yo más porque fui introducido en el reino de la riqueza y distingo detalles inperceptibles para él. Se me aparecen como brillos y aromas. Lo tienen las maderas, las telas, la mampostería y un viejo que a solas atraviesa. Cada objeto dispara a rumbos muy distantes en el espacio y el tiempo. Hay una película de cine que asoma al perfume y su universo. Sobre estantes el perfumista colocó esencias a cientos o miles, provenientes de plantas y animales dispersos por la tierra, y resumen un conocimiento milenario. Así los muebles, las tallas, los tapices, la arquitectura de San Felipe. Defender su disfrute es el objetivo para quienes dominan la pirámide social. 6
Jueves
19 de septiembre de 1985, 7:19 am.
"Yo
vivía en la calle de Soto 327 y estaba dormido cuando sentí el sismo. Me
levanté, un librero se me cayó encima, lo detuve, salí y me encuentro con otro
compañero y decimos No, pues está fuerte.
Oímos algunos ruidos. Creo que fue parte de alguna celosía y unas no sé qué
cosas del Congreso del Trabajo, que estaba cerca y se alcanzaba a escuchar.
"Después
entraron algunos fonazos, pero pocos porque el teléfono dejó de funcionar.
"Lo
que hice fue vestirme y salir corriendo al local de vecinos de la colonia
Guerrero, que está ubicado en Sol 168, entre Héroes y Guerrero. Ya había
algunas gentes. Al frente del salón teníamos un pizarrón, donde estaban
apuntando. Teníamos el acuerdo previo de que en una emergencia, los primeros
compañeros que llegaban eran los que tomaban la dirección del momento. Había
que actuar y entonces no discutíamos en ese momento las decisiones."(x)
A quien habla lo entrevisto en el local donde se reúne un comité de la colonia, treinta años después. Trabajamos colectivamente y yo no haré más que coordinar, sin interpretación alguna. Al mismo tiempo estudiantes y trabajadores y trabajadoras del Instituto Politécnico Nacional escriben sobre su lucha en 2014, todavía viva, y Kiko, Toby y demás dan forma a un libro sobre los ecatepunks durante la década de 1980.
Pronto se agregarán otros, mientras Ivan, Gustavo y Mario preparan la larga serie de charlas que nos asomarán a movimientos campesinos, obreros, urbano populares en el siglo XX y hoy, y quizás Redes Universitarias harán otro con los estudiantiles.
Con el Frente Auténtico del Trabajo publiqué un libro conmemorando sus primeros cincuenta años. La presunción allí era que el pueblo organizado hiló desde 1958-59 una trama nacional distinta a nuestra Suave.
¿Hay esa presunción en cuanto impulsamos ahora?
develar el pasado. más que sugerentemente. , interpretándolo rlo . El primer amigo afirma algo que me convence: los pueblos se alzaron por sí mismos a fines de 1810, tras el Grito del genial cura frenético, y sufrieron la derrota muy pronto. Su principal plaza sitiada fue Teloloapan, en el centro norte, a distancia del levantamiento que conducía el gran prócer regional y nacional (José María Morelos, pues), sin vínculo con él, empleado en la Costa Grande. Cuando en 1818 Vicente y sus próximos se echan a cuestas la responsabilidad de sostener los pobres restos de la insurgencia, De 1995 entre Atoyac y Coyuca, ¿ven?, sobre la Costa Grande, pasamos a febrero de 1821 hacia el noroeste, en Iguala, luego con apellido tan ventajoso como el de la anterior: De los libres. Y enseguida y sin explicación nos retraso exactos tres años y al norte cercano: Taxco. No soy dado a los héroes patrios, Ohsis, y en este caso hago la salvedad, salvedades aparte, por lo que veremos. Doscientos hombres organizados en guerrillas fortifican un cerro que domina aquélla ciudad. seguimos estaba en la desembocadura del gran río que permiten estas partes. Precipitado, a la manera de todos en no importa el nombre que demos a los millones de kilómetros cuadrados donde vivimos, la tropa anduvo por sus bordes y dejó atrás las montañas en cuyas estribaciones está Aguas Blancas. Sólo los lugareños y los rebeldes saben moverse entre tales quebraduras y a eso se debe que la autoridad fracase con ellos. No suelto la lengua, E y S, pues me falta casi todo en esta historia, fuera de la trama central. 2014 1818 hacia el noroeste del siguiente mapa. Tras una multiplicación simplista y sin posibilidad de comprobarlo, veinticinco o treinta millones de mujeres y hombres se perdieron en aquel siglo, y así parecen poco los quinientos mil asesinatos y desapariciones desde que ustedes nacieron, S y E. Entre unos y otros la Suave patria es un proceso tardío y si conozco sus orígenes cerca de donde los diecisiete campesinos cayeron, debemos hacer un más o menos corto, arduo camino hacia el norte, a la cola de un pequeño ejército informal que lleva diez años batiéndose contra los malditos. Lo hacemos para encontrar a un maldito sin piel de oveja, así a la historia se lo parezca de momento. Quizá no hay casualidades, pues la reunión es en el casco de la ciudad cuyas calles contempla enfebrecido el personaje que en Desde la azotea mis delirios confunden con un segundo de casi cuatro décadas atrás, demonio personal. Llamemos por su nombre a la población, Iguala, luego con apellido tan ventajoso como el de la anterior: De los libres. No soy dado a los héroes patrios, Ohsis, y en este caso hago la salvedad, salvedades aparte, desde luego. La guerrilla que seguimos estaba en la desembocadura del gran río que permiten estas partes. Precipitado, a la manera de todos en no importa el nombre que demos a los millones de kilómetros cuadrados donde vivimos, la tropa anduvo por sus bordes y dejó atrás las montañas en cuyas estribaciones está Aguas Blancas. Sólo los lugareños y los rebeldes saben moverse entre tales quebraduras y a eso se debe que la autoridad fracase con ellos. No suelto la lengua, E y S, pues me falta casi todo en esta historia, fuera de la trama central. -0-
Aquí un mapa para seguir estas historias.
Estamos en febrero de 1818 por las proximidades de Taxco, al noroeste en el mapa, y unos doscientos hombres curtidos en la batalla, para servirles de refugio fortifican un cerro, más allá atacan al núcleo enemigo y le hacen la vida imposible durante la retirada por el río hacia su desembocadura. De tal modo entre sierras que se anudan creando infinitas quebraduras, lo obligan a exponerse al “mortífero clima” de la región, un sorpresivo golpe tras otro, inutilizándole piezas de artillería. La personalidad del hombre que va al frente me fascinaba, continúa haciéndolo y a cambio no sé ya si debemos celebrarlo en nombre de las mayorías. La advertencia viene de un amigo que revisa el pasado desde ópticas distintas a las de la izquierda tradicional -perdónenme el empleo de estos terminajos-. Hay un momento supremo en la historia de la Red, Ohsis: el famoso que todos conocemos por los libros de textos, cuando el cura canoso llama a una insurrección cuyo impacto social es enorme y en días arrastra a miles de campesinos, peones urbanos y mineros. se produce en días. Para el Sur donde andamos, la revuelta es contenida muy pronto. Desconozco con precisión las zonas en que se produce y así en no podemos andar tras el rastro de la iniciativa de los pueblos indígenas y negros cuando José María Morelos echa a andar un distinto proceso, de acuerdo a nuestro amigo Armando: el de los propietarios privados, pequeños y medianos en general, que inician las épicas campañas. Van a ellas, siempre al decir de Armando, con sus peonadas, "africanos, naturales y mestizos que a una orden del patriótico amo transitan de la condición de mano de obra a la de carne de cañón. Los negros y pintos de Galeana acompañan a Tata Gildo a la batalla como antes lo seguían a la pizca y a la zafra. Los ejércitos insurgentes reclutados en esta región no son, pues, voluntarios sino forzados; acasillados que pelean en guerra ajena como de ordinario trabajan por cuenta del patrón en tierras que no les pertenecen."(2) Desde un avión la vista recoge sólo sierras con innumerables quebradas. Una ancha bordea la costa y hace nudos con derivaciones de un intrincado cúmulo que nace más allá. Para Agustín y para mí, venidos de la altiplanicie como ustedes, pasma no encontrar respiro llano sino en pequeños valles. en el mar baja hasta el mar
De tal modo lo obligan a exponerse
al “mortífero clima” de la región, y un sorpresivo golpe tras otro, inutilizándole
piezas de artillería; no le dejan más que el retiro del estratégico distrito de
Teloloapan, no importa si momentáneo, que enciende de nuevo la cólera de las
comunidades, por la ira con la cual los virreinales se cobran en ellas.
Mientras, los alzados aprovechan para la construcción de una maestranza dónde
fabricar material de guerra, y para el formal establecimiento de la Junta de
tres miembros, en la cual no participan.
Armijo vuelve a la carga penetrando
el corazón de las áreas rebeldes hasta los confines, en la desembocadura del
río Balsas. En un par de horas, los grupos bajo el comando de Guerrero y
Montes de Oca les causan doscientos muertos y ciento cincuenta heridos, toman
gran número de presos y se hacen de todo el cargamento realista. A cambio ellos
pierden apenas ocho hombres.
Con un inmediato, nuevo triunfo, las
guerrillas disponen de 1500 hombres organizados. En siete meses, pues, los
combatientes se multiplicaron por diez y tienen en su poder armas ligeras y
cañones en número suficiente para que emprendan una campaña en regla.
Reconquistan la Tierra Caliente, y al atacar a ambos costados del río Mezcala, de vital
importancia, ganan Coyuca, Ajuchitlán, Santa Fe, Tetela del Río, Huetamo,
Cutzamala, Tlachapa… Entretanto, Pedro Ascencio hace progresos entre Iguala y
Taxco.
|
La masacre que en 1994 presenciamos tenía como escenario un paraje cercano a Atoyac, sobre la Costa Grande, ¿ven? El año ahora es 1818 y a quienes sigo descienden por el curso del río
Hace casi ocho años inició la luego conocida como guerra de independencia, hoy próxima a culminar con la derrota insurgente, según cree el enorme poder acumulado en tres siglos y la población casi por entero.
Hay genuina épica en el momento, nietos, dice el yo tan receloso de celebrar la historia patria. La hay aunque no calculo cuánto le sirve a quienes son nuestro sujeto y objeto, las mayorías.
A cambio sé que éstas, sus comunidades, pasaron las de Caín por apoyar a los insurrectos y en el nuevo llamado continuarán cobijándolos y aportándoles hombres para combatir. ¿En todas las comarcas?, ¿porque comparten ideas, muchas o pocas?, ¿por mero destino común?
Si el porcentaje corresponde al de otras zonas, en el total del mapa la mayoría de los habitantes está formada por indígenas de cuatro lenguas, y el grueso no habla castellano. Sobresalen los caseríos con menos de cien almas y las ciudades o villas grandes no llegan a media docena. Es así por fortuna, pues de esa manera mejor guardan su identidad y se defienden, creo.
Dentro de unos años estallarán continuas revueltas comunitarias, en especial hacia La Montaña, al extremo oriente, hogar nativo de los me’e phaa. ¿Cuánto participan éstos en las acciones que nos traen a 1818? ¿Y cuánto los naa savi, pobladores también de esa área y de otras dentro y fuera en el mapa, con sus muchas variedades dialectales, y los nahuas repartidos aquí y allá, y los amuzgos, dominantes en el sureste? ¿Hasta qué grado se han amestizado como conjunto, con la negritud, por ejemplo, concentrada en la Costa Chica, donde el litoral tuerce, observan?
-0-
Que el escritor no escoge al personaje, sino al revés, dicen. No sé pero en nuestro caso fue así y andando por la intendencia del Sur nos convoca el país milenario, cuyos meollos desde la Conquista se encuentran en tierras de difícil acceso, muchas veces serranos.
“Apenas hay paisaje virgen en México –dice un antropólogo-. Siempre se encuentran los rastros del quehacer humano, de su antiguo transitar por estas tierras. En todas partes, una vegetación largamente transformada por la mano y la inteligencia del hombre, un paisaje muchas veces inventado. Aquí, toda la geografía tiene nombre. Y lo que tiene nombre, tiene significado.”(1)
México, menudo nombre. Bueno, de momento olvidémonos los títulos para ir a la cuestión: lo remontado. En 1818 los pueblos originarios de estas tierras y todas alrededor suyo, siembran en valles y cerros, pues saben cómo aprovechar las pendientes y sus cultivos son a modo para ello.
¿Qué es vivir aquí, así? De nuevo mi ignorancia, nietos, y para combatirla siquiera un poco voy a la costa contraria.
Ahí paro la distracción, nietos, sin que avanzáramos mayormente en el conocimiento. No me regañen, mi Red de agujeros, una entre muchas posibles, es urbana y playera, y por eso continúan emborrachándome con su mera sugerencia lugares como los que ahora entrevemos.
Un amigo escribió: "todos a una, los sectores propietarios hacen causa común contra España afiliándose a la lucha independentista.
No quiero tirarles discursos, míos o de otros, y a veces es necesario. El que acabamos de escuchar no lo hizo cualquiera y contradice abiertamente a la Suave patria y la izquierda -término éste cuya sepultura deberíamos cavar de una buena vez- en su mayoría.
Estamos en 1818, les recuerdo, por las serranías cercanas a Taxco, con un hombre a quien no sé ya cuánto respetar: el Vicente Guerrero incluido entre los propietarios insurgentes que según nuestro amigo mueve a los pueblos como peonada.
De otros lo creo, de él dudo, al menos hasta cierto punto. Las comunidades han sufrido mucho la guerra y parecen tener siquiera un cierto respeto por este hombre.
Estamos en un brete.
1. Guillermo Bonfil. México profundo.
2. Armando Bartra. Guerrero Bronco. Brigada Para Leer en Libertad. Descargable en PDF.