Jesús
es otro amigo que investiga la historia. Como el resto de ellos habla a nombre del
cambio social. En su mayoría se esfuerzan en demostrar que los caudillos
insurgentes eran pueblo o respondían al pueblo. Jesús no y así valida a
Armando.
Mis
observaciones son también de paso, aunque estuve varios años hurgando. Sólo
puedo afirmar que después los insurrectos vivos se volvieron una casta con
propiedades, clientelas, armas. Sobre un momento culminante tres décadas luego,
iniciado en la región donde andamos, escribí:
Florencio
Villarreal fue oficial realista y llegó a la Costa Chica invitado por Nicolás
Bravo, sobrino y colaborador de los tres hermanos lugartenientes de Morelos que
sirvieron como Dios manda. Hoy Nicolás apuesta todo a los conservadores. El
mismo camino ha hecho Tomás Moreno.
Sus
tendencias políticas cambian, pues, según las circunstancias. Sólo Juan Álvarez
se mantiene liberal, diciéndose heredero de Guerrero sin serlo bien a bien, creo,
por convicción al parecer y por algo más: así ocupa un inmejorable espacio para
que el bajo pueblo lo vea ratos como protector.
Ahora atrae a Villarreal, quien asola a las
comunidades, y juntos lanzan una revuelta célebre en nuestra glorificada
historia nacional. El último involucrado en ella no es un cacique como
los demás. Se llama Ignacio Comonfort y ganó fama reprimiendo a la rebelión
indígena más terca en estos lados.